Las arqueas son un grupo de microorganismos unicelulares que no tienen núcleo ni orgánulos membranosos internos. Son diferentes a las bacterias ya que forman su propio dominio y reino. Anteriormente se organizaban en el reino Monera junto a las bacterias procariotas y se les conocía como arqueobacterias.
Características de las arqueobacterias
El término arqueobacteria proviene del griego archaios, significa “antiguo”. Son células procariotas sin núcleo y pueden desarrollarse y crecer en condiciones extremas.
Una de sus principales características es la composición química de su pared celular. Esta se encuentra formada por glicoproteínas seudopeptidoglucano.
Entre las aqueas más representativas tenemos:
- Termófilos extremos: Son aquellas bacterias que toleran el calor.
- Metanógenos: Son bacterias que forman gas metano y pueden vivir en patógenos y en el intestino de algunos animales.
- Halófilos extremos: Son aquellas bacterias que viven en lugares con alta salinidad.
- Acidófilas: Pueden vivir en condiciones muy acidas. Un ejemplo es la Picrophilus torridus, que crece a pH 0, esto quiere decir que puede vivir en el ácido sulfúrico.
Algunas pueden vivir en chimeneas negras bajo en el agua, en pozos de petróleo, en aguas heladas, acidas o alcalinas.
Importancia
Las arqueas pueden vivir en una gran variedad de hábitats y son parte importante de los ecosistemas. Forman hasta un 20% de la biomasa de la Tierra.
Muchas arqueas forman parte del plancton. Pese a su elevada concentración, ninguna especie ha podido ser aislada y estudiada en un cultivo, por lo que la comprensión de su importancia en la ecología de los océanos es aun escasa.
Se sabe por ejemplo que algunas Crenarchaeota marinas pueden hacer la nitrificación, lo que quiere decir que algunos de estos organismos intervienen en el ciclo del nitrógeno oceánico.
Las arqueas se relacionan con otros organismos mediante mutualismo y comensalismo, no existen ejemplos claros de arqueas como patógenas y parásitas. Aunque algunas arqueas se relacionan con la periodontitis y la especie Nanoarchaeum equitans puede ser parásita de otras arqueas.
En el caso del mutualismo, se tiene la interacción de las arqueas metanógenas con los rumiantes, las termitas y protozoos, ya que viven en su tracto digestivo y les ayudan a digerir la celulosa. En el caso de los protozoos, también convierten el exceso de hidrogeno en metano, aportando más energía a estos microorganismos.
Las arqueas que viven mediante comensalismo se benefician de asociaciones sin dañar ni beneficiar al organismo huésped. Un ejemplo es el metanóxeno Methanobrevibacter smithii , la arquea más común en nuestra flora intestinal. Estas arqueas contribuyen a las funciones del sistema digestivo.
Las arqueas extremófilas, sobre todo aquellas resistentes a las altas temperaturas o a los medios de extrema acidez y alcalinidad, son una importante fuente de enzimas que han contribuido a la evolución de la biología molecular.
En la industria, las amilasas, galactosidasas y pululanasas de algunas especies de Pyrococcus pueden realizar sus funciones a más de 100 °C. Esto permite la elaboración de alimentos a elevadas temperaturas, como la leche baja en lactosa y el suero de leche.
También se emplean para elaborar solventes orgánicos en procesos respetuosos con el medio ambiente.
Se emplean en el tratamiento de aguas residuales, ya que realizan la digestión anaeróbica de residuos y producen biogás.
Algunas arqueas acidófilas son importantes para la minería de extracción de metales como oro, cobalto y cobre.
Además, las arqueas han permitido el desarrollo de antibióticos útiles. Estos compuestos son importantes porque cuentan con una estructura diferente a la de los antibióticos bacterianos, teniendo un modo de acción distinto a estos.